Joyas Quemadas
Por: Carlos A. Medina Rivera
Por: Carlos A. Medina Rivera
En el pasado de El Salvador existen situaciones
que han supuesto la pérdida de patrimonio cultural que va desde el
arquitectónico al documental , o incluso el pictórico o el de la imaginería
acumulado desde tiempos de la Colonia a los tiempos recientes.
Posiblemente la pérdida de patrimonio más
significativa para la república haya sido el poco recordado incendio del 19 de
noviembre de 1889 que tuvo como víctima al primer Palacio Nacional.
A más de un siglo desde ese hecho, vale recordar
aunque sea de forma ligera la importancia que tuvo ese edificio en el
desarrollo histórico del país.
La tradición sostiene que fue el general Gerardo
Barrios el que concibió la idea de un edificio que sirviera de sede al gobierno
de la nación, que hasta entonces hacia 1860, había operado físicamente en la
sede del Palacio Municipal de San Salvador, al costado sur de la Plaza Libertad
o Plaza de Armas de San Salvador, como se le conoció en la época colonial.
Barrios había lanzado durante su gobierno
interesantes reformas que estaban cimentando el Estado salvadoreño y un nuevo
edificio parecía propicio para esta etapa de desarrollo administrativo que vivía el país.
Desafortunadamente las tensiones y conflicto armado con Guatemala serían el
punto álgido en los primeros años de la década de 1860 y el proyecto tuvo que
comenzar hasta la pacificación del país después de ese conflicto.
Se sabe que el proyecto inició en 1866 y fue
inaugurado hacia 1870, el presidente de ese entonces, Francisco Dueñas solo
pudo gobernar un año desde el nuevo palacio Nacional pues fue depuesto por una
revolución comandada por el Mariscal Santiago González en 1871.
Nótese que la palabra nacional se escribió con N
mayúscula pues efectivamente ese era el sentido de ese edificio ubicado en lo
que fueron casuchas frente a la plaza de Santo Domingo, un edificio que
representara a la nación precisamente en la época de la formación del estado
nacional. (1840-1871)
El edificio albergó físicamente siete
presidencias, desde los últimos años de Francisco Dueñas (1863-1871) hasta
Francisco Menéndez (1885-1890) pasando por
la segunda presidencia individual más larga de toda la historia
salvadoreña, los nueve años de Rafael Zaldívar (1876-1885) hasta las
presidencias semanales de Fernando Figueroa y don José Rosales en 1885.
Precisamente es en la presidencia de Francisco
Menéndez cuando se da el incendio en la madrugada del 19 de noviembre de 1889.
Un incendio que comenzó en el costado poniente del edificio hecho en su segunda
planta de madera y lámina y de paredes de concreto en la primera planta.
Consumido en aproximadamente tres horas, el
edificio perdió casi totalmente su infraestructura, quedando solo las paredes
del primer nivel. Lo mas importante, se perdieron los archivos del país, el
patrimonio documental de la joven república salvadoreña se quemó de casi de
forma total. Ahí desaparecieron buena parte de los archivos coloniales del
gobierno colonial de San Salvador, los archivos ministeriales, legislativos, y
del poder judicial. Lo rescatado esa misma noche por el entonces director de
archivos y del cual hay una carta que atestigua su labor de rescate esa misma
madrugada se conoce con el nombre de Fondo Quemados y se guarda en el Archivo
General de la Nación de la República de El Salvador.
El Fondo Quemado es como su nombre lo indica,
papeles quemados en sus bordes de expedientes nacionales de diversas oficinas
que tenían su sede en el primer Palacio Nacional y sirve de testimonio del
funcionamiento del Estado salvadoreño en el siglo XIX.
Lo lamentable de la pérdida del fondo Colonial es
que la historia documentada salvadoreña en manos del Estado salvadoreño es muy
poca, debiéndose apoyar en los documentos coloniales que resguarda el Archivo
General de Centroamérica en Guatemala, los Archivos de la Iglesia Católica o el
Archivo de Indias de Sevilla, España. Se sabe que la Alcaldía de Sonsonate
resguarda aún documentos coloniales y algunas otras alcaldías también los
tienen, muchos de ellos de finales del siglo XVIII o principios del XIX.
¿Qué pasó entre 1890 y 1910 con los restos del
Primer Palacio Nacional?
El país siete meses después vivió otra revolución
militar de las tantas que sucedieron o han sucedido en la historia salvadoreña.
Carlos Ezeta, hombre de confianza de Francisco Menéndez se levantó en armas en
junio de 1890 e inició una dictadura de cuatro años hasta 1894. En la década de
1890 el espacio se convirtió en cuartel, denominándose popularmente el Cuartel
Quemado hasta que se inició la construcción del segundo y actual Palacio
Nacional hacia 1903. Oficialmente se inauguró el 1 de marzo de 1911, al inicio
de la presidencia de Manuel Enrique Araujo, quien fuera vicepresidente de
Fernando Figueroa entre 1907 y 1911.
He aquí una lista incompleta de otras Joyas
Quemadas:
En un país proclive a terremotos e incendios,
sobre todo hablando de estos últimos, vale la pena recordar otros edificios que
se han perdido por el fuego en El Salvador.
*Teatro Nacional: Destruido por el incendio del
18 de febrero de 1910.
*Palacio Municipal (ubicado al sur de la actual
Plaza Libertad): destruido por el incendio del 24 de febrero de 1919.
*Catedral de San Salvador: destruida por el
incendio del 7 de agosto de 1951.
*Edificio de la Universidad de El Salvador
(predio ubicado al norte del Palacio Nacional): destruido por un incendio el 9
de noviembre de 1955
*Cuartel de Infantería de San Salvador (hoy
Mercado Ex-Cuartel): 12 de abril de 1956
*Mercado Central Nacional (actual predio Hula -
Hula): quemado en el año 1961.
*Mercado Emporium; Construido en 1925 y destruido
por un incendio en el año de 1974.
*Iglesia de San Esteban: destruida por un
incendio el 7 de enero de 2013.
Vale la pena mencionar que aún sobreviven en San
Salvador algunos edificios de principios del siglo XX tales como el Hospital
Rosales, la Iglesia de San Francisco, la Basílica del Sagrado Corazón o la más
tardía Iglesia El Calvario; y que aún siendo los tres primeros hechos de madera
y lámina han resistido el paso e inclemencias del tiempo y la indiferencia
cultural.
También no se puede dejar de mencionar que es
necesario que el Estado salvadoreño le ponga más atención a la protección del
patrimonio documental pues no se puede dejar al azar tal protección al
resguardo de edificios en precarias condiciones o edificios patrimoniales como
el Palacio Nacional, que aunque hermoso no es un edificio para archivos, por lo
que urge una ley y su respectivo reglamento que regule con criterios técnicos el manejo de los papeles
históricos nacionales, empezando por la construcción de un edificio moderno exclusivamente
para tal fin.
De igual manera no debe confundirse la función del Instituto de Acceso a la Información Pública con la función de un Archivo General.
¿Por qué? Pues porque un archivo general y sobre
todo uno nacional muestran el funcionamiento administrativo del Estado de un
país y sus gobiernos, con transparencia en su acceso y honestidad a la
ciudadanía. También porque junto con museos y bibliotecas nacionales, los
archivos guardan la memoria de la colectividad de seres humanos que hacen la
nación; una memoria que no debe ser parchada ni condicionada por los caprichos
de los gobernantes.